Designan hábitat crítico para la Reinita de Bosque Enano

Por Héctor J. Claudio Hernández

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre federal (U.S. Fish and Wildlife Service), designó el hábitat crítico de la Reinita de Bosque Enano (Setophaga angelae) bajo la Ley federal de especies en peligro de extinción de 1973. Esta hermosa ave es única de los bosques húmedos de montaña alta en Puerto Rico.

Elfin Woods Warbler (Setophaga angelae)
Reinita de Bosque Enano (Setophaga angelae). Foto: Alberto López, 2016 ©

Según la agencia federal, se están designando aproximadamente 27,488 acres como hábitat crítico en o alrededor de los Bosques del Yunque y Maricao, donde la especie vive en la actualidad. También porciones del Bosque estatal de Carite por ser óptimos para su reintroducción, aunque en estos momentos no se encuentra en esa localidad. El hábitat crítico propuesto consiste en terreno federal (42%), terreno estatal (43%) y terreno privado (15%).

La designación significa que el área cubierta tiene protecciones adicionales cuando el gobierno federal vaya a realizar, autorizar o financiar actividades allí. La más importante es que se requiere un proceso de consulta para determinar que las actividades propuestas no resulten en destrucción o modificación adversa del hábitat de la reinita.

Elfin-woods Warbler, adult
Foto: Mike Morel, 2009 (Creative Commons)

A pesar de ser una noticia positiva y un paso importante para la conservación de esta especie, el alcance de estas protecciones es limitado porque son pocas las circunstancias en las cuales una actividad requiere aprobación del gobierno federal, que es a quien le aplica esta limitación. La poda de árboles, la construcción de caminos y el desarrollo de vivienda o proyectos agrícolas, entre otras, son actividades que – con la excepción de aquellas que afectan cuerpos de agua – de ordinario no requieren intervención alguna del gobierno federal.

Elfins-wood Warbler-Reinita del Bosque Enano-Setophaga angelae
Foto: Rafy Rodríguez, 2016 ©

Es un buen momento para recordar que el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, la agencia local que tiene como propósito conservar los recursos naturales en Puerto Rico, no ha tomado ninguna acción afirmativa para proteger esta ni ninguna otra especie en la isla desde hace más de 10 años.

Para más información accede la página del FWS aquí.

Para acceder la reglamentación en el Federal Register, presiona aquí.

De pitirres, coquíes y la onomatopeya caribeña

Por Héctor J. Claudio Hernández

¿De dónde sale el nombre del Pitirre?

Pitirre
Pitirre. Foto por Alberto López ©.

El Pitirre (Tyrannus dominicensis) es un ave nativa de Puerto Rico que tiene un nombre onomatopéyico. Esto quiere decir que el nombre que le hemos dado (en Puerto Rico y Cuba, donde también está) hace alusión al sonido que produce. Se llama así porque así es que canta. El Pitirre hace «PI-TI-RRE» (escúchalo aquí).  De ahí sale su nombre.

El nombre coquí también es onomatopéyico. Es indudable que el coquí que mejor conocemos, el Coquí Común (Eleutherodactylus coqui), hace «CO-QUÍ» cuando canta (escúchalo aquí). Sin embargo, hay que tener en mente que en Puerto Rico existen 17 especies de coquíes y que, de éstas, sólo 2 hacen «coquí». Así que esas dos especies son las únicas que tienen nombres onomatopéyicos propiamente (la otra es el Coquí de la MontañaE. portoricensis). Las demás 15 especies de coquíes hacen sonidos distintos, que van desde silbidos hasta series de diferentes notas en patrones variados.

Coquí Común. Foto por Alberto López.
Coquí Común. Foto por Alberto López ©.

Como es de esperarse, para tener un nombre onomatopéyico, el animal tiene que producir algún sonido. Todos los coquíes podrían tener nombres de este tipo, porque los machos de todas las especies cantan en las noches. Lo mismo ocurre con las aves, ya que también vocalizan. Los lagartijos y otros animales que no «cantan» no pueden tener nombres onomatopéyicos, pues no hay sonido que imitar con palabras.

Otro coquí que también tiene un nombre onomatopéyico es el Coquí Churí (Eleutherodactylus antillensis). Esta especie, que es común en toda la isla, incluyendo urbanizaciones, jardines y áreas urbanas, hace un sonido similar a «CHU-RÍ», como su nombre (escúchalo aquí). También produce una serie de notas similar a un «QUÍ-QUÍ-QUÍ-QUÍ».

Coquí Churí
Coquí Churí. Foto por Alberto López ©.

El Querequequé es otra especie que tiene un nombre que hace alusión a su canto. Si durante las tardes escuchamos el cielo en Puerto Rico, seguramente notaremos su inconfundible «QUE-RE-QUE-QUÉ» (escúchalo aquí). Eso sí, sólo vamos a poder escucharlo en el verano, pues es en esta época que nos visita para reproducirse.  El resto del año vive en América del Sur.

Querequequé empoyando sus huevos. Foto por Javier Hernández (©), obtenida de Avespr.org.

Otras dos especies de aves con nombres onomatopéyicos, ambas endémicas, son el Bienteveo (Vireo latimeri) y el Juí (Myiarchus antillarum). Así, una de las variaciones del canto del Bienteveo es «BIEN-TE-VEO» (escúchalo aquí), mientras que el canto principal del Juí es, precisamente, un «JUIIIÍ» alargado (escúchalo aquí).

El fenómeno de la onomatopeya en el nombramiento de nuestra flora sin duda refleja la gran creatividad de nuestra gente. También demuestra su capacidad de observar y escuchar el mundo que nos rodea, un recuerdo más de que hay mucho que ver y oír a nuestro alrededor.

¿Conoces alguna otra especie con un nombre onomatopéyico? ¡Compártela con nosotros!

Esta entrada fue actualizada el 2 de junio de 2023.

El Murciélago Frutero Común (Artibeus jamaicensis)

Murciélago Frutero Común. Foto: Alberto López ©

Murciélago Frutero Común. Foto: Alberto López ©

El Murciélago Frutero Común es muy común en Puerto Rico y en el neotrópico en general. Durante el día se encuentra principalmente en cuevas frescas, pero  se le puede encontrar con bastante frecuencia en el follaje o troncos huecos. Este es, en muchos casos, el murciélago que se observa consumiendo frutas en árboles como el de María (Calophyllum brasiliense), tanto en zonas rurales como urbanas. Por lo general, no consume las frutas en el lugar donde las encuentra, sino que las carga hasta una cueva u otro árbol. En el proceso de cargar las frutas es probable que pierda alguna de ellas, por lo que a menudo se le acusa de manchar con fruta las paredes de las casas.

Si quieres ver más fotos de los murciélagos de Puerto Rico, visita la galería de fotos de Alberto López aquí.

La información de este post fue obtenida del documento Guía para reconocer nuestros murciélagos, por Debbie Boneta y Maribel Rodríguez.

Los zumbadores de Puerto Rico

Por Héctor J. Claudio Hernández

Los zumbadores, también llamados colibríes o picaflores, son aves americanas –es decir, únicas de las Américas– que se caracterizan por su plumaje iridiscente, pico largo y puntiagudo, aleteo activo y su especial relación con las flores. Estos pertenecen a la familia Trochilidae, que está extensamente representada en el trópico.

Puerto Rico tiene cinco especies residentes de colibríes, más que ninguna otra isla del Caribe. De éstas, tres son endémicas: el Zumbador Verde (Anthracothorax viridis), el Zumbadorcito de Puerto Rico (Chlorostilbon maugaeus) y el Mango de Puerto Rico (Anthracothorax aurulentus). Las otras dos son el Zumbador Pechiazul (Eulampis holosericeus) y el Zumbador Crestado (Orthorhyncus cristatus).

Otros zumbadores que visitan la isla accidentalmente son el Zumbador de Garganta Roja (Archilochus colubris), el Zumbadorcito Menor (Mellisuga minima) y el Zumbador de Garganta Púrpura (Eulampis jugularis).

Zumbador Verde

Zumbador Verde
Zumbador Verde. Foto: Alberto López ©

Este colibrí es un ave pequeña de pico largo y curvo. Es completamente verde iridiscente.

Al igual que otras especies de zumbadores, no se alimenta solamente del néctar de las flores, sino que también come insectos, arañas y otros invertebrados pequeños. Esta ave es endémica de Puerto Rico, donde habita  principalmente en la región montañosa. Sin embargo, también puede encontrarse en la costa y tierras bajas, aunque con menos frecuencia.

Zumbadorcito

Zumbadorcito de Puerto Rico. Foto: Alberto López ©

También llamado «Esmeralda de Puerto Rico», el Zumbadorcito es nuestro zumbador endémico más pequeño. Este es color verde iridiscente, tiene el pico corto y recto y  la cola ahorquillada.

El Zumbadorcito se alimenta de néctar,  insectos y arañas. Es común en el centro montañoso de la isla y en los bosques secos del suroeste, pero ha sido documentado en toda la isla con excepción del área noreste. 

Mango de Puerto Rico

Mango de Puerto Rico hembra alimentando a su cría. Foto: Alberto López

Este zumbador es un ave pequeña con la espalda y parte de atrás de la cabeza color verde, el pico largo y curvo y la cola violeta oscuro. Antes era conocido como Zumbador Dorado, ya que cuando la luz le da directamente a sus plumas estas irradian destellos de ese color.

El macho y la hembra de esta especie muestran patrones de coloración diferentes (esto es un ejemplo de dimorfismo sexual en el plumaje). Los machos tienen la garganta verde y el pecho negro brillante, mientras que las hembras tienen la garganta, el pecho y vientre completamente blancos. 

Este colibrí se alimenta principalmente de néctar, insectos y arañas, y habita nuestras costas y tierras bajas. Además de Puerto Rico, se encuentra también en las Islas Vírgenes. Hasta hace poco se le conocía como Zumbador Dorado y se pensaba que estaba también en La Española, pero recientemente se determinó que el de cada isla corresponde a una especie distinta.

Zumbador Pechiazul

Zumbador Pechiazul
Zumbador Pechiazul. Foto: Alberto López ©

Este picaflor se caracteriza por tener la garganta y el pecho verdes, de donde viene el nombre en inglés de Green-Throated Carib. Tiene además el vientre negro y una banda azul iridiscente en el pecho que no siempre se ve. 

Al igual que las demás especies de colibríes de la isla, el Zumbador Pechiazul se alimenta de néctar e invertebrados pequeños. Esta especie habita en los llanos costeros, principalmente al este de Bayamón y Salinas. También se encuentra en Vieques, Culebra, las Antillas Menores e Islas Vírgenes.

Zumbador Crestado

Zumbador Crestado
Zumbador Crestado (macho). Foto: Carlos A. Rodríguez ©

Este es un ave pequeña con las partes dorsales verdes y el pico recto y corto. El macho tiene las partes frontales oscuras, mientras que la hembra tiene la garganta, el pecho y vientre color blanco. Sólo los machos tienen la cresta a la que alude su nombre. 

La dieta de este colibrí consiste de néctar, arañas e insectos pequeños. Éste habita la costa, y es común desde Fajardo hasta Ceiba. También se encuentra en Vieques, Culebra y las Islas Vírgenes.

Todos los zumbadores residentes de Puerto Rico hacen nidos pequeños con forma de copa, que construyen utilizando fibra vegetal y otros materiales como líquenes, hojas y corteza. En ellos, las hembras ponen e incuban dos huevos.

Zumbador  Dorado hembra anidando. Foto: Alberto López
Zumbador Dorado hembra anidando. Foto: Alberto López

¿Cómo identificarlos?

A continuación, algunas guías para aprender a distinguir e identificar los colibríes de Puerto Rico:

¿Dónde lo viste?

Como hemos discutido ya, casi todos los colibríes tienen distribuciones geográficas muy específicas. Generalmente, en el centro de la isla sólo vamos a encontrar dos especies: el Zumbadorcito y el Zumbador Verde, aunque estos también están presentes en otras partes. En la costa y tierras bajas alrededor de la isla el más común es el Zumbador Dorado. El Zumbador Crestado y el Zumbador Pechiazul sólo ocurren hacia el este, Vieques y Culebra.

¿Cuán grande era?

La forma y longitud del pico también puede ser útil para identificarlos. Los zumbadores grandes (Dorado, Verde y Pechiazul) tienen picos largos y curvos, mientras que los pequeños (Esmeralda y Crestado) tienen el pico corto y recto.

¿De qué color era?

Aunque todos son verdes por la espalda, los tres zumbadores grandes tiene coloración distinta en la parte del frente. El pecho y la garganta del Zumbador Pechiazul son verdes, mientras que en el Zumbador Dorado son de color negro en machos o blanco en hembras. Por otro lado, el Zumbador Verde es completamente verde.

Recuerda que las condiciones de luz afectan grandemente el color que reflejan estos pajaritos.

¿Algo más?

Sí. La distribución de los zumbadores pequeños no solapa. Es decir, no comparten en una misma zona. La Esmeralda domina en toda la isla menos en el noreste, Culebra y Vieques, donde abunda el Zumbador Crestado. Por último, en el centro de la isla sólo vamos a encontrar una especie grande y otra pequeña. Ya vimos que éstas son el Zumbador Verde (grande) y la Esmeralda (pequeña). Lo mismo ocurre en el noreste, Culebra y Vieques, donde las dos especies que vamos a ver son el Zumbador Pechiazul (grande) y el Zumbador Crestado (pequeña).


Zumbador Crestado
¿Quién soy? Foto: Alberto López ©

Su coloración brillante, sagaz vuelo y afinidad a las flores hace de los zumbadores aves espectaculares. Sin embargo, aún cuando están presentes en nuestros jardines, parques y bosques, incluso en la ciudad, a veces pasan desapercibidas. Tal vez sea por su tamaño, o quizás por nuestro ajetreo de todos los días.

Te invito a sacar un minuto, pararte frente a una flor y disfrutar de este espectáculo de la naturaleza. Sólo hay que alzar la vista.

Este artículo fue actualizado el 4 de junio de 2023.

El Pájaro de Agua

Pájaro Bobo Mayor. Foto: Alberto López ©

Por Héctor J. Claudio Hernández

El Pájaro Bobo Mayor (Coccyzus vieilloti) es un ave endémica de Puerto Rico que habita en mogotes, plantaciones de café, matorrales y áreas de bosque espeso. Aunque se encuentra alrededor de toda la isla, es más común en el Carso Norteño y en los bosques secos del suroeste.

En su libro Las aves de Puerto Rico, el Dr. Virgilio Biaggi describe esta especie como “de color achocolatado grisáceo por encima, grisáceo en el pecho, y café en el abdomen…”. El rabo de esta ave es particularmente vistoso por ser largo y tener bandas blancas y negras alternadas en la parte del frente. Otra característica que la distingue es el anillo rojo que tiene alrededor del ojo.

Esta ave es de hábitos inconspicuos, por lo que es escuchada más que vista. Su canto es impresionante y consiste de un enfático “ke, ke, ke, ke…” que parece resonar en todo el bosque.

Foto: Alcides L. Morales Pérez © (2018)

El Pájaro Bobo Mayor puede posarse inmóvil en el dosel, antes de correr por las ramas de los árboles o volar de uno a otro para atrapar su alimento preferido: los lagartijos. Su nombre en inglés, Puerto Rican Lizard Cuckoo (Cuco Lagartero Puertorriqueño), refleja su preferencia por estos pequeños y abundantes reptiles, aunque también se alimenta de arañas e insectos grandes.

Este majestuoso pájaro es la de mayor tamaño de las tres especies de Pájaro Bobo que reside en la isla, las otros dos siendo el común Pájaro Bobo Menor (Coccyzus minor) y el más raro Pájaro Bobo Piquiamarillo (Coccyzus americanus), de las que se distingue por su tamaño, coloración y canto.

Localmente, al Pájaro Bobo Mayor se le conoce como Pájaro de Agua por la creencia de que su canto es augurio de lluvia.

El Pájaro Bobo Menor tiene partes ventrales amarillas.  Foto por: Tom Friedel (Licencia Creative Commons).

Todos y todas deberíamos tener la oportunidad de ver y escuchar esta hermosa ave. Un lugar de fácil acceso donde es bastante común es el Bosque Estatal de Cambalache, entre Barceloneta y Arecibo.

Encuentra más información sobre esta ave aquí y aquí.

Este post fue actualizado el 3 de junio de 2023.

El Guaraguao

Foto: Scot Campbell (2007), CC BY-SA 2.0

Por: Héctor J. Claudio Hernández

El Guaraguao Colirrojo (Buteo jamaicensis) es uno de los halcones más comunes y de más amplia distribución en Puerto Rico y el Mundo. Puede vérsele en bosques, humedales, urbanizaciones, áreas urbanas y jardines sobrevolando a gran altura o posado en la copa de algún árbol mientras escudriña sus alrededores buscando alimento.


El Guaraguao es un ave grande de plumaje marrón con las plumas de la cola rojizas. Sin embargo, el color rojo de su cola no siempre es visible, por lo que ésta no es la mejor característica para identificarla. En cambio, su tamaño y el color marrón de su cabeza, espalda y banda pectoral son marcas más confiables.

Durante la mayor parte del año, éste es uno de los pájaros más grandes que pueden observarse sobrevolando el interior isla.

Como alude su nombre, desde ciertos ángulos la cola del Guaraguao Colirrojo se ve rojiza. Foto: Alberto López ©

Hay varias especies de aves que  pueden parecerse al Guaraguao, especialmente mientras vuelan. El Aura Tiñosa, un buitre grande y de plumaje oscuro, se ve comúnmente y durante todo el año volando a gran altura en el suroeste de la isla, por lo que pueden confundirse.  También puede parecérsele el Águila de Mar, un ave  grande que  puede observarse sobrevolando áreas costeras y ríos durante el invierno.

Guaraguao sobrevolando. Foto: thefixer (licencia creative commons)

Esta ave se alimenta de roedores, lagartos, aves, insectos y cangrejos, entre otros animales.

Foto: Alberto López ©

El Guaraguao Colirrojo se encuentra ampliamente distribuido: habita desde Alaska hasta América Central y el Caribe Insular. Esta ave anida principalmente en la copa de árboles altos desde donde pueden ver a plenitud el paisaje. También pueden anidar en estructuras artificiales como postes, ventanas y edificios. Ambos padres construyen el nido, empollan los huevos y alimentan los polluelos.

Fuera de los tribunales la lucha ambiental

Por: Héctor J. Claudio Hernández

Una de cal y otras tantas de arena.

Luego de que un panel del Tribunal de Apleaciones revocara la consulta de ubicación para el proyecto residencial-turístico Villa Mi Terruño, otro panel del mismo foro determinó que las personas que custionaban el documento ambiental no demostraron tener legitimación activa para llevar sus reclamos al tribunal. De esta forma, se unen a los muchos ciudadanos que diariamente buscan en la Rama Judicial un espacio para defender sus intereses ambientales y comunitarios y no lo consiguen.

La Ley de política pública ambiental obliga a las agencias del gobierno a analizar los impactos ambientales de toda acción que propongan. El elemento central de este análisis requiere la preparación de un documento ambiental que (1) describa en detalle las condiciones del ambiente en el área a impactarse y (2) evalúe los impactos ambientales que resultarán si se lleva a cabo la actividad. Este proceso busca, por un lado, informar al público sobre los planes del gobierno y permitirle expresarse sobre éstos. También persigue que  las agencias cumplan con su obligación de tomar en cuenta el ambiente y los recursos naturales antes de llevar a cabo cualquier acción. Dicho documento debe ser evaluado por la Junta de Calidad Ambiental (JCA), quien debe asegurarse de que éste cumple con los requisitos que exige la ley.

Área a ser impactada por el proyecto Villa Mi Terruño según la DIA.

La sentencia del Tribunal de Apelaciones en el caso de Villa Mi Terruño se da unos días antes de la determinación del Tribunal Supremo en el caso del gasoducto, que determinó que los daños que sufrirán las personas que viven, trabajan, viajan o se recrean en la ruta donde se construirá el gasoducto son abstractos, hipotéticos y especulativos. Decidió el Supremo que la controversia no es justiciable, es decir, que no puede ser atendida por el tribunal, por no tener ante sí personas con un interés real en el desenlace del caso. Al así decidir, no pasó juicio sobre las reclamaciones de aquellos cuyos intereses se verán directamente afectados por la decisión de la JCA de aprobar el documento ambiental. Los dejaron fuera del tribunal sin siquiera considerar la validez de sus argumentos. El Apelativo llegó a la misma conclusión con relación a varios residentes de Culebra que cuestionaban la suficiencia de la declaración de impacto ambiental del mega-proyecto propuesto.

El efecto práctico de estas determinaciones es que un documento ambiental puede estar plagado de errores, omisiones e inconsistencias y aun así guiar efectivamente el proceso de planificación para el cual fue concebido. La autoridad encargada podría realizar un análisis superfluo, sesgado y erróneo sobre los impactos de la acción  y éste pasaría sin problemas el cedazo de la JCA, independientemente de lo que exija la ley. Un documento ambiental podría decir, por ejemplo, que desviar millones de galones de agua para un mega-proyecto no va a tener impacto sobre el suplido de ese recurso para comunidades adyacentes, o que destruir miles de cuerdas de bosques y humedales no tendrá efecto alguno sobre la flora y la fauna que los habita.

Según estas decisiones, los tribunales no pueden pasar juicio sobre el curso de acción de la JCA en estos casos por más absurda que sea su determinación. Todo esto porque la aprobación de un documento ambiental no es un permiso final. Porque, aunque estando llena de mentiras y siendo claramente contraria a la ley, una declaración de impacto  ambiental mal hecha no le inflige daño a nadie. Pero, ¿hasta qué punto puede sostenerse ese argumento? Ningún permiso –en tanto hoja de papel– puede ocasionar un daño real. Habría que esperar, entonces, a que se asomen los bulldozers, en cuyo caso toda acción en los tribunales ya habría prescrito, sin mencionar que el daño sería inevitable.

En el caso de Culebra, el documento ambiental expone que no hay humedales donde se construirá el proyecto, que allí no hay bosques, que no se afectarán los corales, ni los ecosistemas acuáticos, ni las especies en peligro de extinción, y que no se comprometerá la infraestructura de la cual depende la gente para vivir. Afirma, aunque suene insólito, que construir 110 unidades de vivenda y dos paradores en 90 cuerdas de terrenos ecológicamente sensitivos no va a tener un impacto significativo sobre el ambiente y la calidad de vida de los residentes. Todas estas aseveraciones, según lo demostró la comunidad, son falsas. Peor aún, son contrarias a la ley y al mandato constitucional que obliga al Gobierno de Puerto Rico a proteger sus recursos naturales.  Lo mismo ocurrió con el gasoducto.

En estos casos, la JCA ignoró la Ley de política pública ambiental y su reglamento al aprobar documentos ambientales plagados de errores. Al así actuar, despreció la confianza en ella depositada por el pueblo, quien a fin de cuentas es quien debe beneficiarse de su labor. Si está tan dispuesta a pisotear la ley ambiental por cuyo cumplimiento debe velar ¿para qué existe la JCA?

Lo que sucede es que, en teoría, los tribunales están para proteger a la ciudadanía de las decisiones arbitrarias de las agencias. Así ha ocurrido en Puerto Rico en casos ambientales desde 1971, año en el cual se aprobó la política pública ambiental y se estableció expresamente que las determinaciones de la JCA serían revisables por los tribunales. Después de todo, si una agencia con la importancia de la JCA ignora el mandato de la ley y la Constitución, ¿quiénes deben asegurar su cumplimiento si no los jueces? Y, si al final del camino, los jueces van a ignorar la ley y a convertirse en cómplices de la arbitrariedad de las otras ramas del gobierno, ¿para qué existen los tribunales?

Las decisiones en los casos de Culebra y el gasoducto sólo pueden justificarse desde el frío despacho de un juez totalmente desprendido de la realidad. Un juez, a su vez, dispuesto a ignorar los precedentes del Tribunal Supremo que desde 1974 le han reconocido a la ciudadanía un derecho amplio a acudir a los tribunales para exigir cumplimiento con nuestra política pública ambiental. ¿Quién en Puerto Rico cree que el daño al que se exponen aquellos que viven en la ruta del gasoducto es uno hipotético? ¿Quién piensa que Villa Mi Terruño no representa un peligro para los corales, las aguas, la pesca y la calidad de vida de la gente? ¿Pensarían lo mismo estos jueces si vivieran en la ruta de “Vía Verde” o en algún barrio de Culebra?

Las personas cuyo bienestar se encuentra bajo amenaza por estos proyectos acudieron a los tribunales con la esperanza de hacer cumplir la ley. Trágicamente, éstos abdicaron su deber de custodiarla y hacerla valer. Más aún, renunciaron a la posibilidad de restaurar la ya deteriorada confianza del pueblo en el sistema judicial.

La rama judicial le ha dado la espalda al pueblo una vez más. No queda duda de que la lucha ambiental no será en los tribunales.

Nos queda la calle.

Más información sobre las más recientes decisiones judiciales en casos ambientales aquí y aquí.

La Calandria de Puerto Rico

Puerto Rican Oriole (Icterus portoricensis)
Calandria (Icterus portoricensis). Foto: Alberto López, 2012 ©

Puerto Rico alberga una gran cantidad de aves únicas. Son 18 nuestras especies endémicas de pájaros: el San Pedrito (Todus mexicanus), el Pájaro Bobo Mayor (Coccyzus vieilloti), el Mucarito (Megascops nudipes), la Mariquita (Agelaius xanthomus), la Llorosa (Nesospingus speculiferus), el Comeñame (Loxigilla portoricensis), la Reina Mora (Spindalis portoricensis),  el Carpintero de Puerto Rico (Melanerpes portoricensis), el Juí (Myiarchus antillarum), el Bienteveo (Vireo latimeri), la Cotorra de Puerto Rico (Amazona vittata), el Guabairo (Caprimulgus noctitherus), la Reinita de Bosque Enano (Dendroica angelae),  la Reinita Mariposera (Dendroica adelaide), el Zumbador Verde (Anthracothorax viridis), el Zumbadorcito (Chlorostilbon maugaeus), la Calandria (Icterus portoricensis) y el recientemente reconocido Mango de Puerto Rico (Anthracothorax aurulentus). Además de estas especies, en Puerto Rico habitan varias sub-especies endémicas, como es el caso de la Paloma Sabanera (Columba inornata wetmorei), el Falcón de Sierra (Accipiter striatus venator), el Guaraguao de Bosque (Buteo platypterus brunnescens) y el Bobito (Contopus latirostris blancoi).

A pesar de que algunas de estas especies viven en áreas boscosas y son difíciles de ver -sin mencionar que independientemente de cuál sea su hábitat, muchas están en peligro de extinción- varias de nuestras aves endémicas también se encuentran en parques, jardines y árboles de las zonas urbanas. El Carpintero y la Reina Mora son dos especies particularmente comunes tanto en áreas urbanas como rurales. La Calandria, aunque menos común y más difícil de ver, ocurre también con regularidad alrededor de la Isla.

Puerto Rican Oriole (Icterus portoricensis)
Foto: Alberto López, 2010 ©

La Calandria es un Ictérido, un oriol de las Américas. Este grupo de aves del «Nuevo Mundo» se caracteriza por ser de tamaño mediano y color negro con amarillo o anaranjado. La Calandria, el único oriol nativo de Puerto Rico, es color negro opaco con los hombros, la rabadilla y la base de la cola color amarillo.

El canto de esta ave es un silbido agudo y complejo que emite principalmente al amanecer (escúchalo aquí). El poeta cagüeño José Gautier Benítez hace mención del canto de la Calandria en la siguiente estrofa de su poema Americana:

«Tú eres la calandria leda
que trina dulce, amorosa
y yo un ave misteriosa
quejándose en la arboleda.»

Aunque produce un trino hermoso durante las tempranas horas de la mañana, durante el día la Calandria sólo hace un sonido parecido a un «chic«.

Según la Sociedad Ornitológica de Puerto Rico (SOPI), la Calandria habita bosques secos y húmedos, incluyendo cafetales de sombra, plantaciones de cítricos, manglares, palmares y jardines urbanos. Esta especie se alimenta en el dosel y el estrato intermedio de los bosques donde vive. Aunque su dieta está compuesta principalmente de insectos (grillos, tijerillas, saltamontes, cucarachas, cigarras, escarabajos, orugas, hormigas y avispas), también se alimenta de frutas. La Calandria anida comúnmente en la Palma Real (Roystonea borinquena).

En Puerto Rico existen dos especies de ictéridos además de la Calandria. Una de éstas es el Oriol de Baltimore (Icterus galbula), una especie migratoria que nos visita en invierno. La otra es el Turpial (Icterus icterus; foto abajo), un ave que fue introducida desde América del Sur y se ha establecido en la isla.

Troupial (Icterus icterus) front
Foto: Alberto López, 2009 ©

Para más información sobre la Calandria visita las páginas de CienciaPR y la SOPI.

Para más vídeos y sonidos de la Calandria presiona aquí.

Un visitante inesperado

Por Héctor

Hace algunas semanas me enteré de que en el pueblo de Cabo Rojo fue avistada una Avoceta Americana (Recurvirostra americana).  Aunque desapercibida para la mayoría de las personas, en el mundo de los observadores de aves o bird-watchers esta noticia ha sido de suma importancia.  Y es que no se trata de cualquier visitante, ésta es una ocasión única. Ayer tuve la oportunidad –junto a Alberto López y Vanessa Ortíz— de de ir hasta el del Refugio de vida silvestre de Cabo Rojo, por el sector de Combate, para observar esta magnífica ave.

Avoceta Americana -- Foto por Alberto López ©

Según me contaron, esta especie ha sido observada en Puerto Rico menos de 5 veces en los últimos 30 años. Este tipo de avistamiento se conoce como «accidental», ya que nuestra isla está fuera de la ruta migratoria regular de esta ave. Es por eso que es tan especial su visita.

Habiendo viajado por más de dos horas para ver y fotografiar la Avoceta y cumplido esa meta, aprovechamos el viaje y dimos una vuelta por la Laguna Cartagena. Allí observamos varias especies como el Pato Dominico, Pato Zarcel, Sora, Gallareta, Gallareta Azul, Ibis Lustroso, Reinita Pica Tierra, Reinita Palmera, entre otras.

Ibis Lustroso (Plegadis falcinellus) -- Foto por Alberto López ©

Las Salinas de Cabo Rojo y la Laguna Cartagena ofrecen lugares únicos en Puerto Rico para observar aves. Estos espectaculares ecosistemas no sólo albergan muchísimas especies a través del año, sino que se convierten en un refugio invernal año tras año para decenas de especies migratorias, algunas tan extraordinarias e inesperadas como la Avoceta.

El Karso: agua y vida

Por Héctor

Cueva en el Tanamá. Foto: Alberto López.

Cueva en el Tanamá. Foto: Alberto López.

Por el valor que representa la zona kársica para los y las habitantes de Puerto Rico y la urgencia de protegerla, la Legislatura aprobó en el 1999 la Ley para la Protección y Conservación de la Fisiografía Cársica.  Entre otras cosas, esta ley reconoció la importancia del Karso para el abastecimiento de nuestros acuíferos y la producción natural de agua fresca en la Isla. También lo identificó como un ecosistema rico en biodiversidad y como último resguardo de muchas especies únicas que habitan nuestros bosques. La ley fue más que una declaración. Además de resaltar su valor, proveyó mecanismos específicos para lograr la conservación y el aprovechamiento sostenible de la zona. Es evidente que los legisladores reconocieron en ese momento la importancia de la zona kársica para la vida y bienestar de los y las puertorriqueños y puertorriqueñas.  Hoy, ante la amenaza de enmendar esa ley, el reclamo para la conservación del Karso ha aflorado como requisito para asegurar nuestro futuro.  Sin embargo, la historia atestigua que el futuro no se forja solo.

Foto por Alberto López ©

Para lograr sus objetivos, la ley ordenó al Departamento de Recursos Naturales (DRNA) que desarrollara un estudio que identificara áreas a ser protegidas. Específicamente, la ley mandó al DRNA a que identificara áreas que bajo ningún concepto pudieran ser utilizadas para la extracción de materiales de la corteza terrestre con propósitos comerciales, ni para explotaciones comerciales.  La ley no pretendía evitar toda práctica comercial en el área, sino que se le confiriera mayor protección a la misma y se evitaran actividades con el potencial de degradarla irreversiblemente. Tan es así que la propia ley proveyó para que el DRNA ofreciera alternativas, de forma que esa mismas actividades pudieran desarrollarse en otras áreas de la zona.  También identificó formas de explotación que debían ser custodiadas con mayor rigor por parte del Estado, esto para evitar su deterioro a largo plazo.  La Ley del Karso, en fin, nunca pretendió detener el desarrollo comercial de la zona, y mucho menos negarle a los habitantes de la región la oportunidad de tener una vida próspera, sino todo lo contrario.

El 30 de septiembre de 2008, es decir, 9 años después de aprobada la ley que lo ordenó, se terminó el estudio.  Hacerlo no tardó 9 años, y el lapso que aconteció entre ambos eventos seguramente obedeció a razones que no nos son ajenas: a alguien no le convenía.  ¿A quién afectaría negativamente el estudio del Karso?  Con toda certeza se trataba de alguien que deseaba explotar la zona sin límite alguno.  ¿Dueños de canteras? Posiblemente.  Con toda seguridad querían derivar del Karso todo beneficio posible para sí.  ¿Y el resto del pueblo?  Para ellos y ellas, para nosotros y nosotras, nada.  Nada.  Así las cosas, se estancó el proceso.  Pero aun con oposición, contra viento y marea e interviniendo los tribunales por solicitud de grupos comunitarios y ambientales, específicamente Ciudadanos del Karso,  el estudio se realizó.  Ya tenemos el estudio del karso, una garantía de sustentabilidad.

Áreas del Karso con prioridad de conservación (Estudio del Karso, 2008)

Sin embargo, la historia no parece terminar. Así como a alguien no le convenía su realización, a alguien no le conviene ahora su implementación.  La Legislatura de Puerto Rico tiene ante su consideración un proyecto de ley que enmendaría la Ley del Karso, cuyos principales propulsores son los representantes Eric Correa y Waldemar Quiles.  Entre otras cosas, las enmiendas propuestas atrasarían la implementación del estudio y le darían discreción al Secretario del DRNA para verificarlo y enmendarlo a su antojo. Pero, ¿por qué poner más obstáculos para proteger esta zona de tan extraordinario valor? ¿Cómo es posible que casi 10 años de esfuerzos de diversos sectores se dejen al arbitrio de un funcionario del Gobierno? ¿A quién no le conviene el estudio del Karso?  No sabemos con certeza.  Lo que sí sabemos, aquello que es indudable, innegable, indiscutible, son los beneficios que el Karso provee, beneficios que son generales, beneficios para todos y todas los puertorriqueños y puertorriqueñas, los y las de hoy, los y las de mañana y hacia el futuro.

Repasaré, arriesgándome a repetirme, lo que el Karso nos da: de los acuíferos que se recargan de este sistema se extraen millones de galones de agua diariamente para diversos usos; éste provee la principal fuente de agua para gran parte de la industria farmacéutica de la zona norte y muchas vaquerías del país; es importantísimo para nuestra biodiversidad: contiene el mayor número de especies de árboles por unidad de área en Puerto Rico, alberga una de las mayores y diversas poblaciones de aves en la isla, es el hogar de un sinnúmero de especies en peligro de extinción, muchas de las cuales no existen en ninguna otra parte del mundo, y en sus cuevas viven las poblaciones más abundantes de murciélagos de la isla; contiene el sistema más largo y complejo de cuevas y paisajes subterráneos de Puerto Rico, entre los que se destaca el Río Encantado; y sus bosques húmedos poseen uno de los paisajes más espectaculares del Caribe, entre muchas otras cosas. ¿No vale la pena proteger todo esto? ¿No merecemos, como puertorriqueños y puertorriqueñas, el beneficio y disfrute de las riquezas que el Karso provee? ¿Por qué relegar su protección al arbitrio de unos pocos, como si nuestra supervivencia estuviera desligada de éste?  ¿Por qué desprotegerlo para beneficiar a dos o tres?

Dejar sin efecto el estudio del Karso imposibilitaría su conservación a largo plazo y lo sujetaría, como tantas otras cosas en este país, a la politiquería y al chantaje.  Me gusta pensar que merecemos más, que habrá Karso para el futuro.  Pero, otra vez, el futuro no se forja solo.  Allá en sus mogotes, cantarán sus aves, y el murmullo del agua hará eco en sus colinas, ajenos al atentado que se orquesta en el Capitolio.  A poca distancia, sobre la caliza desnuda, en las canteras retumbará el ladrido de las máquinas. ¿Cómo evitar su destrucción? ¿Cómo ayudar a conservarlo? ¿Cómo asegurárselo a ésta y las póximas generaciones? Tenemos en nuestras manos el futuro del Karso, la preservación de la vida que cobija y la protección de sus aguas. Es nuestra responsabilidad como país. Afrontémosla.

Para más información de cómo puedes ayudar a proteger el Karso visita la página de Ciudadanos del Karso y únete a su grupo de Facebook aquí.

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