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La Yaboa Común

Por Héctor

Los cuerpos de agua de San Juan — sus lagunas, ríos, humedales, caños y mar — permiten que el encuentro entre lo urbano y la vida silvestre se dé abruptamente. Aquellos que estudiamos, vivimos o trabajamos en el «área metro» tenemos la oportunidad única de disfrutar la riqueza natural que provee el Estuario de la Bahía de San Juan. Mi amiga Mariana Muñiz Lara,  anfitriona del blog Nananinas, se encontró con un majestuoso pájaro gris mientras caminaba ejercitándose por el Paseo Lineal Enrique Martí Coll en el Parque Central de San Juan. Incluyo a continuación algunas fotos que tomó con su celular.

 

La Yaboa Común (Nyctanassa violacea) es un pájaro grande, nativo de Puerto Rico, que habita estuarios, manglares, humedales, lagos, lagunas, ríos y otros cuerpos de agua, así como zonas costeras. Además de nuestra isla, la Yaboa se encuentra en el resto del Caribe Insular y algunas regiones de Norte, Sur y Centroamérica. La foto a continuación fue tomada por Alberto López (©).

De hábitos principalmente nocturnos, la Yaboa se alimenta esperando inmóvil a su presa o moviéndose lentamente en aguas poco profundas. Su dieta consiste principalmente de cangrejos y otros crustáceos, aunque también se alimenta de peces, insectos y vertebrados terrestres pequeños. Durante la noche, esta ave suele aventurarse en urbanizaciones y espacios urbanos en busca de alimento, donde es posible verla caminando sobre la grama o sobrevolando. Aunque casi no vocaliza,  en ocasiones emite un «cuark» particular, generalmente después del atardecer y antes de amanecer.

Aunque a veces pasa desapercibida, la Yaboa Común vive entre la gente aun en áreas densamente pobladas. Es otro vivo ejemplo de que las barreras entre la urbe y la vida silvestre son más borrosas de lo que parecen.

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De visita otra vez

Por Héctor

Hace algunos meses comenté en este espacio sobre la partida de las aves migratorias que nos visitan en invierno. En estos días, luego de haber pasado el verano en Norteamérica, muchas de éstas han regresado al Caribe Insular. Algunas -como la Reinita Rayada- pasan por las Antillas en otoño como parte de su ruta hacia América del Sur, donde permanecerán el invierno. Otras se quedarán aquí hasta que los cambios climáticos que ocurren en el año vuelvan a motivar su partida.

A continuación, algunas especies que he observado durante esta migración, que acompaño con fotos tomadas por Alberto López (©) y alguna información obtenida del libro Las Aves de Puerto Rico en Fotografías de Mark W. Oberle (2003) y la página All About Birds del Laboratorio de Ornitología de Cornell:

1. Martín Pescador (Ceryle alcyon)

ID: Ave crestada azul con un collar blanco.

Distribución: Residente en América del Norte, algunos individuos visitan el Caribe Insular y América del Sur durante el invierno.

Hábitat (PR): Charcas, lagunas, ríos y costas marinas.

Hábitos alimentarios: Se alimenta de peces, que captura lanzándose en picada sobre el agua.

Avistamientos recientes: Salinas de Cabo Rojo (27 de septiembre) y la Laguna San José en San Juan (3 de octubre).

2. Reinita Galana (Dendroica discolor)

ID: Pequeña reinita amarilla con estriado negro en los lados del pecho y un patrón negro en la cara. Mueve la cola con frecuencia.

Distribución: Reside y se reproduce en el este de los Estados Unidos. Algunos individuos pasan el invierno en las Antillas Mayores.

Hábitat (PR): Bordes de bosques secos y húmedos, manglares, cafetales y jardines.

Hábitos alimentarios: Se alimenta de insectos, frutas y nectar.

Avistamientos recientes: Cabo Rojo (27 de septiembre)

3. Reinita Rayada (Dendroica striata)

ID: Reinita grande. En invierno es color gris amarillento, con barras en las alas y estriado en los costados.

Distribución: No reside en un solo lugar durante el año. Se reproduce en Canadá y el norte de los Estados Unidos, es migratorio  en la mitad este de Estados Unidos y el Caribe Insular y pasa el invierno en América del Sur.

Hábitat (PR): Bosques y áreas arbustivas.

Hábitos alimentarios: Se alimenta de insectos.

Avistamientos recientes: Parque Julio E. Monagas de Bayamón (9 de octubre)

Del monte a la ciudad

Por Héctor

Estuve de visita esta semana en una de las tantas urbanizaciones que se desbordan en el área metropolitana de San Juan y me topé con un visitante inesperado. Un ave cuyo canto particular –un trino melodioso y metálico– y espectacular coloración –azul cielo metálico en la cabeza, azul ozcuro en el dorso y amarillo brillante en las partes frontales–  eluden el oído y ojo humano aún en los bosques densos donde habita. Desconocido entre casas y edificios, carreteras y automómiles, se movía ágilmente entre las ramas de un muérdago –una planta parasítica– que  hizo su huésped a un Roble Blanco (Tabebuia heterophylla). Allí se alimentó durante unos minutos, salpicando el aire de notas metálicas y mostrando el esplendor de su plumaje ante mi mirada atónita, y siguió su camino. La última vez que tuve la oportunidad de apreciarlo con tanta claridad fue a miles de pies de elevación, en las montañas de Carite, en medio de un bosque denso y húmedo. No había casas allí, ni bullicio. No escuché ese día las bocinas de los carros en el tapón, ni los televisores coreando los programas de media tarde. No había gente.

Jilguero

El Jilguero o Canario del País (Euphonia musica) es un ave pequeña,  común en los bosques densos de Puerto Rico. Ocurre desde las montañas secas del sur hasta los picos húmedos del Yunque y en estos hábitats prefiere las copas de los árboles. Se alimenta principalmente de los frutos del muérdago y contribuye a su dispersión. La foto de arriba fue tomada en Carite por Alberto López (©). La misma es de un Jilguero macho, que tiene una coloración similar, pero más brillante, que la de la hembra.

Este encuentro con una especie tan particular en el corazón de San Juan es para mí una oportunidad de reflexionar sobre la importancia de los espacios verdes y bosques urbanos en medio de la ciudad. Cada árbol, cada ave, cada elemento vivo, no es sino un eslabón en una red compleja de relaciones poco entendidas pero sumamente importantes. Aún en la simplicidad aparente de estos espacios, siendo «bosques artificiales» en cierto sentido, con árboles y arbustos espaciados uniformemente a lo largo de aceras, calles y jardines, los mismos son importantes para la biodiversidad.  Son numerosos los elementos de nuestra flora y fauna que los utilizan como parte de su ciclo de vida. Hay más que edificios, carros y gente en la ciudad. Estos lugares no son sólo nuestros, los compartimos con otros organismos que dependen de ellos para su subsistencia. No hay que viajar muy lejos para disfrutar de la llamada «naturaleza». Sólo hay que alzar la vista.

Ya se van las migratorias

Por Héctor

Estaba hace unos minutos dando una caminata por los alrededores de mi casa y tuve la oportunidad de ver varias especies de aves entre las cuales se encontraba una reinita migratoria. Era un individuo de la Reinita Pechidorada (Parula americana), una especie común en Puerto Rico durante el invierno.

Reinita Pechidorada (© Alberto López)

La foto de arriba fue tomada por Alberto L. López (© 2008) en el patio de su casa en Bayamón. Esta reinita es muy común desde noviembre hasta febrero, pero puede verse tan temprano como en agosto y tan tarde como en junio. Además, está ampliamente distribuida en ese periodo y puede verse desde bosques secos costeros hasta bosques húmedos en la montaña alta. Es común en áreas urbanas de San Juan, Bayamón y probablemente el resto de la isla.

El individuo que vi en mi patio está ya casi listo para marcharse. Estaba activo, moviéndose de una rama a otra, alimentándose constantemente y emitiendo su «chip» característico. En ocasiones hasta cantaba, emitiendo un «ziiiiiiiiiiii-tsup» particular, nuevo y extraño para el bosque donde se encontraba. Y es que ese canto, la busqueda constante de alimento y su vistoso plumaje reflejan lo que será su realidad por los próximos meses. La realidad de que sus territorios de anidaje se encuentran desde el sur y sureste de los Estados Unidos hasta los Grandes Lagos y el sureste de Canadá. Hacia allá se dirigen ya miles de individuos de ésta y otras especies en búsqueda de pareja y la oportunidad de reproducirse. Hacia esas tierras emprenderá el vuelo en cualquier momento ese individuo, que como tantas otras aves migratorias, pasaron junto a nosotros la navidad y el comienzo de la primavera. La distancia mínima que viajará será de 1,400 millas. Luego de verano regresará y enriquecerá con su presencia nuestra biodiversidad una vez más.

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